Cómo fue el recorrido en caravana por las autopistas y carreteras venezolanas de la líder de la oposición, María Corina Machado, para llegar a sus cierre de campaña en Caracas
(10:00 PM del miércoles 24 de julio – Caracas, Venezuela) Esta crónica termina en la noche caraqueña rodeado de sirenas, buses y fuerzas de seguridad. La ciudad se está movilizando. Dieciocho horas antes, comienza el movimiento del convoy.
4:20 AM – Maracaibo
El señor C enciende su camioneta, una Ford gigante con tres filas de asientos, carrocería y vidrios blindados y equipamiento con distintos sonidos de sirenas. Suben en ella cuatro periodistas, quien escribe estas líneas incluido. Hemos sido invitados a volver a Caracas, la capital venezolana, en el convoy que llevará de regreso a María Corina Machado, la principal opositora al poder.
Desde que comenzó la campaña, luego de ser elegida con más del 90% de los votos en la interna opositora que se celebró en octubre del 2023, Machado se ha dedicado a recorrer el país por tierra, estado por estado. Esas visitas fueron volviéndose masivas de a poco, hasta llegar a los últimos meses, cuando se convirtieron en manifestaciones verdaderamente multitudinarias, ya con ella inhabilitada para la carrera presidencial, pero acompañada del hombre que señaló: Edmundo González Urrutia.
Desde entonces, se libra una batalla logística silenciosa entre la oposición y el oficialismo. Mientras que González Urrutia viaja a cada lugar en avión, Maria Corina lo hace en camionetas. Según explica su equipo, no tiene ningún impedimento de viajar en avión pero las compañías -presuntamente presionadas por Maduro- no se animan a venderle pasajes. En rigor, esto pasó pocas veces y no de manera del todo clara, pero a la candidata -tomada por el pragmatismo o por las astucia- le sirvió para establecer un método y una narrativa. Así, decidió que las rutas profundas de Venezuela serían quienes la pusieran en contacto con la gente.
Lo demás, nada. No se ven casi en ningún lugar al costado de la ruta carteles con su cara o la de Edmundo. No hay vía pública (“porque no hay plata”, dirán). No hay pauta en redes sociales (misma respuesta). No hay -dicen- espacio para ellos en la prensa -los micrófonos casi permanentes delante suyo no dan la misma impresión-. Lo que no hay, ciertamente, son spots de campaña girando ni actividades muy sofisticadas.
Así las cosas, conocer su forma de traslado desde adentro es por demás atractivo. Aceptamos su invitación y abordamos, a las 4:20 AM puntual, esta camioneta blindada conducida por el señor C.
4:50 AM – Maracaibo
A nuestro vehículo se le suma otro más y salimos rumbo a una casa particular en donde durmió la candidata. Allí nos reunimos con otras siete camionetas, nueve en total. Ella sube a una de ellas y salimos de la ciudad. Todo está oscuro y los semáforos son como fantasmas lánguidos que no respeta nadie. Damos vueltas por la ciudad hasta llegar a un descampado donde, sin explicación alguna, las nueve camionetas dibujan un círculo en la tierra y vuelven por donde llegaron. Entonces sí, enfilan hacia la ruta.
Llueve en la mañana del Zulia, es una lluvia que viene y se va, como el estribillo de una canción. El convoy aprovecha el desierto de la madrugada y acelera. Pero de pronto ya no son nueve vehículos sino once: dos autos de una fuerza de inteligencia nacionales acompañarán todo el camino hacia Caracas, revelándose ante cada frontera estatal. “Nos siguen en todos los viajes”, dice el señor C, “se reconocen fácil, no solo porque se nos pegan sino porque sus autos no llevan patente”, explica.
No se sabe exactamente el rol que cumplen. Ciertamente, no el de protegerlos, habida cuenta de que dos de las camionetas que forman parte de la comitiva fueron vandalizadas la semana pasada durante una estadía nocturna en la ciudad de Barquisimeto. Cuando se despertaron, dos Toyotas habían sufrido pintadas, y una de ellas tenía la manguera del líquido de frenos cortada. Machado hizo una denuncia pública en redes, arreglaron la manguera y siguieron viaje.
8:15 AM – Un peaje del estado de Lara
El convoy se detiene en un peaje. Uno a uno pasan los autos pagando la tarifa. De otro lado aparece un control vial, puede ser de la Policía Nacional Bolivariana o la Guardia Nacional. En todos los casos pedirán que bajemos los vidrios, abrirán las puertas traseras, y seguiremos viaje. No será más que eso, pero sucederá al menos seis veces en todo el trayecto. Empeorando la demora cada vez conforme nos acercamos a Caracas.
No se llega a ver si las fuerzas de seguridad reconocen en uno de los vehículos a María Corina, pero el despliegue deja en claro que alguien importante está viajando. Las camionetas intentan ir en fila y no despegarse una de la otra, pero eventualmente sucede que el tránsito los aleja. Es entonces cuando el señor C activa sus sirenas y acelera.
En algún lugar del camino nos detenemos a cargar combustible. En los estados más oficialistas, una que otra vez se encuentran con que el empleado de la estación de servicio, si la ve, no quiere colaborar, nunca aclaran si es por antipatía o por temor a represalias, dicen. En esta ocasión la carga sucede sin problemas. Hay un momento para estirar las piernas y unas personas la reconocen y se acercan a charlar. Se toman fotos con ella, les muestran algún retrato de sus familias, hablan de tal o cual manifestación. María Corina tiene el don de los conquistadores: les posa la mano sobre el hombro, los palmea, ríe ante los chistes como si todo venezolano fuera Larry David.
Luego, cuando es hora de partir, agrava la voz y el semblante y habla del 28. Es su carta mágica para seguir camino y asegurar el voto. “A ganar”, les dice, “vamos a ganar”. Hasta el final, responden los fanáticos. ¿Qué significa hasta el final? Es su lema de campaña y propone que harán todo el camino de la elección, pero una segunda instancia de compromiso parece sostenerse tras el velo de la ambigüedad: ¿cuál de todos los finales posibles está dispuesta a afrontar?
11:12 AM – Monumento a la Divina Pastora en Barquisimeto
Llevamos siete horas en movimiento y las camionetas se estacionan en un claro a la entrada de un edificio gigantesco e inentendible. Es el monumento a la Divina Pastora, parece una suerte de arco del triunfo brutalista con el corazón hueco, ocupado por unas láminas azules que, de lejos, desde una perspectiva particularísima que nunca obtengo, forman la imagen de la virgen.
Almorzamos a sus pies un sándwich cada uno, es una vianda acercada por los militantes del partido de María Corina con base en Barquisimeto. Un jugo de naranja y a seguir. Dos horas más, dice alguien. Tres mínimo, dice el señor C. ¿Hace falta decir quién se aproxima más?
1:40 PM – Estado de Carabobo
-La autopista es bastante buena -digo.
El señor C apenas emite un sonido de desaprobación.
-¿No es buena? -insisto.
-Sí, sí, es buena. Es bastante buena.
-¿Es nueva?
-No, está hace mucho.
Al señor C no le divierte encontrar perlas en la gestión de Maduro. No es que esta tira de asfalto sea una proeza de la ingeniería ni el diseño, pero contrasta con la idea previa del descalabro. Al costado de la ruta hay bastantes gasolineras, todas -o casi, al menos- son variantes de PDV, algunas tienen colas larguísimas, aunque nada extensas comparadas con las filas realmente infinitas de unos años antes. En otras en cambio hay menos gente, aunque nunca es poca. “Algunas venden el combustible subsidiado, que es casi gratis, pero tienes una limitación de 120 litros por mes. Y las otras, las más vacías, venden a precio normal: cincuenta centavos de dólar el litro”, explica.
Más tarde pasaremos por una refinería de la empresa pública de petróleo, PDVSA, donde unos tanques gigantescos acumulan reservas. En los últimos años la empresa hizo acuerdos con petroleras multinacionales y eso despertó un poco al gigante de corazón negro que duerme aún bajo los suelos de Venezuela.
2:05 PM – Cerca de Caracas
El GPS cambia de pronto y su hora de llegada pasa de 15:13 a 15:34. A partir de entonces, hasta la zona metropolitana, la autopista mantendrá cortes en uno de sus carriles cada tantos kilómetros. En cada barricada no sucede un control exhaustivo, lo cual volvería prácticamente imposible el tránsito, pero sí le agregan una hora a cualquier viaje.
“Lo hacen porque saben que María Corina está volviendo”, me explican desde su equipo. Es parte de la guerra logística: ella toma tal ruta, ellos la cortan. Ella contrata tal empresa para sus presentaciones, ellos la persuaden de abandonar el trabajo. Ella se presenta en tal hotel, le responden que no pueden alojarla. Desgaste de hormiga que no parece impacientarlos. Sí a nosotros, los periodistas, que no vemos las bondades de complicar tanto más a tantos otros que le preocupan tanto menos.
3:35 PM – Caracas
El señor C está feliz, dice que su trabajo era traernos a salvo a Caracas. Ya en la ciudad, el resto de los autos se nos escapan. Nos despedimos de la camioneta blindada y de las 11 horas de viaje, agotados de hablar casi ininterrumpidamente de la situación país. El señor C nos sonríe y hace el último de los chistes internos de la jornada. Cada uno saldrá a buscarse la vida en la capital.
10:00 PM – Caracas
Esta crónica termina en la noche caraqueña rodeado de sirenas, buses y fuerzas de seguridad. La ciudad se está movilizando. Este jueves 25 de julio, se espera que la capital albergue los dos cierres de campaña. El del madurismo, “de 10 a 10″, como anunció el propio Maduro, en referencia a las 12 horas de movilización que espera. El de la Mesa de la Unidad Democrática, con Edmundo González Urrutia y María Corina a la cabeza, empezará cerca de las 15 horas. Las fuerzas de seguridad se preparan la noche anterior para el último acto antes de la elección.
Un acto y luego la hora de la verdad. El tiempo en Caracas, por estos días, se demora un montón.